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jueves, 13 de octubre de 2011

Promesas cumplidas

El juez ordenó el levantamiento del cadáver. Los dos policías conversaban con la chica de la limpieza, que era quien había encontrado a la anciana sin vida. Dos tilas después se había conseguido tranquilizar lo suficiente para hablar con coherencia. El policía más joven y alto tomaba notas en una libreta con las hojas dobladas en los extremos.

- Entonces dice que llamó a la puerta...

- Sí, siempre llamo, por si acaso. Como no contestó nadie, entré con la llave maestra, y... bueno... cuando entré en el baño la vi tirada en el suelo... -tragó saliva con angustia, a punto de echarse a llorar otra vez.

- No se preocupe -la tranquilizó el policía más bajito, suavemente- ya ha oído lo que dijo el doctor... no había nada que usted pudiera hacer, llevaba... así desde poco después de medianoche.

- Es que me he asustado mucho... -gimió la muchacha- He llamado a la gobernanta y ella se ha encargado de todo...

- Sí, hemos hablado con ella -el policía joven sonrió y dio varios golpecitos animosos en el hombro de la chica- Tranquilícese, esto son meras formalidades, yo creo que ya no es necesario que hablemos más. Muchas gracias por su colaboración.

La chica salió de la habitación para cumplir con su jornada. La gobernanta había dejado eso bien claro. Nada de excusas. Muerta en la 146 o no muerta en la 146, tenía que limpiar el resto de sus habitaciones. Suspirando, se alejó por el pasillo en busca de toallas y sábanas, mientras los policías terminaban de echar un último vistazo en la habitación.

- No tiene mucho misterio -el más bajito se puso la gorra, que había dejado sobre la mesa del televisor- El resto de yayos dicen que la vieron ponerse hasta las trancas en el buffet de la cena. Y tenía... ¿86 años?

- 87 -el alto miraba sus notas- y luego al parecer bailó y se bebió más de una copa. Si es que se desmadran en estos viajes, joder.

- Lo que no entiendo yo es por qué se apuntan, por ejemplo esta señora. Tenía una pensión más que decente, lo han mencionado todos los demás abuelos. ¿Qué necesidad tenía de venirse a un hotel de mierda en medio de la nada, con un buffet de fritanga chunga a todas horas: desayuno, comida y cena...?

- Yo qué sé. Soledad, hartazgo de su familia, ganas de estar con gente que la entienda... No puedes culparla de ser vieja.

- Tienes razón. Bastante malo debe ser ya llegar a esa edad, supongo. Y menos mal que, a pesar de la que está cayendo, han respetado los viajes del Imserso, ¿eh? Y mira que han metido el hacha en todo lo demás...

- Ya te digo, pero oye, después de haber estado cotizando toda tu puta vida, qué cojones, qué menos que te dejen divertirte un poco, ¿no?

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- Señor Presidente...

- ¿Sí?

- Le traigo los resultados de esta semana: 16 en el accidente con el camión de ácido (y otros 12 que andan ahí ahí), 3 ahogados en diferentes playas, 1 de insolación y 12 con los buffets libres... En total, han sido 32.

- Fue una buena idea, lo de los buffets libres, ¿Verdad?

- Cierto. De hecho, Sr. Presidente, creo que es posible subir el ritmo. Podemos llegar fácilmente hasta 20-25 a la semana, si lo hacemos bien. Complementando con los accidentes de tráfico, uno cada tres semanas o así para no despertar sospechas, serán unos 200 al mes. Grosso modo, hemos calculado un ahorro de unos 3.000.000 de € anuales, entre pensiones y gasto de la Seguridad Social.

- Bien, bien... todo ayuda, desde luego. Puedes retirarte.

- Por supuesto, Señor. Buenas tardes.

- Buenas tardes.

Esperó a que su secretario saliera del despacho, y apoyó la barbilla sobre las manos, como hacía siempre que quería meditar profundamente sobre algo. No le gustaba haber tenido que recurrir al llamado "Plan 3E", y de hecho todavía le despertaba un fuerte rechazo. Pero la situación de las arcas era desesperada, y había que recortar gastos como fuera. Tras sopesarla junto con otras medidas presentadas por su gabinete, finalmente le pareció la menos terrible.

Suspiró profundamente y miró distraído por la ventana. No le gustaba, pero no quedaba otra opción... En su programa electoral había hecho la férrea promesa de no tocar las pensiones. Había empeñado su honor político en ello. Y las pensiones, nadie lo podía negar, no se habían tocado.

lunes, 10 de octubre de 2011

A un sofá

Pequeño y funcional, fruto sin duda
del genio de algún sueco distraído,
en chapa, plástico y telar tupido
montado con mi ex tras bronca ruda.

Adorna tu figura barriguda
mi salón, tiempo atrás aborrecido.
Mas juegas hoy papel bien distinguido
en vicio y diversión de alegre viuda.

¡Qué series hemos visto tan divinas!
¡Qué kilos de basura hemos tragado!
¡Qué fiero descargar de adrenalinas!

Mi amor quiero mostrarte aquí rimado
Klippan, por destructor de mis rutinas,
y guardián de mi sueño sosegado.

domingo, 9 de octubre de 2011

Podríamos

Típico salón de casa española de clase media. En el centro, un sofá de tres plazas en el que se encuentran sentados un hombre y una mujer de unos 40 años. Él lleva americana y pantalones de lino blanco, camiseta azul eléctrico y unas Doc Martens negras. Ella lleva una minifalda de encaje negra a juego con la camiseta de rejilla, medias rotas y botines de tacón de aguja, el pelo planchado en pequeñas ondas, y adornos de plástico de vivos colores.

A su alrededor, varios grupos pequeños de personas disfrazadas: Animales, brujas, monjas y curas, hombres disfrazados de putas, la fauna habitual de una fiesta de disfraces. Hablan, fuman y beben, algunos bailan al compás de la música de fiesta. Ruido de conversaciones.

- Hombre: Mira que ha sido coincidencia, eh? Los dos vestidos de los ochenta...

- Mujer: Sí, tú de Sonny Crockett y yo de Madonna en sus orígenes... Lo que no entiendo de tu disfraz son las botas... ¿Por qué unas Martins?

- Hombre: Bueno, como no tenía mocasines, pensé que total, las Martins también son muy de los 80. ¿No te acuerdas? Además, no es lo mismo Miami en agosto que Soria en febrero, mis pies lo agradecen, créeme.

- Mujer (sonríe con cierta sorna): Es verdad, no recordaba lo detallista que eres.

Un hombre con un gran sombrero mejicano y bigotes falsos atraviesa la sala de izquierda a derecha tambaleándose y con evidentes síntomas de ir a vomitar. La mujer lo ha visto y suspira.

- Hombre: Madre, qué tajada lleva ese (se vuelve y ve la cara azorada de la mujer) Mierda. ¿Ese es...?

- Mujer (un poco avergonzada): Sí

- Hombre: No lo sabía, como no habéis venido disfrazados igual... He hablado un rato con él antes, me ha parecido un tío muy majo.

- Mujer: Es un encanto. Pero las fiestas no son lo suyo.

- Hombre: ¿Y eso?

- Mujer: No es un... "animal social". En reuniones con desconocidos se pone nervioso y bebe como un cosaco con cirrosis. Estará echando la papilla en el baño. Debería ir a verle.

La mujer se levanta. El hombre hace amago de levantarse también, pero finalmente se queda sentado, vuelto hacia el público. La mujer pasa por detrás y se aleja hacia el fondo derecho. Antes de salir se vuelve y avanza hasta el sofá. Toca en el hombro del hombre, que se gira rápidamente.

- Mujer: Ha sido bonito vernos.

- Hombre: Sí... Mucho.

- Mujer: ¿Cómo está Laura? No la he visto.

- Hombre: Tampoco es la reina de las fiestas, la verdad. Además, nuestra canguro estaba enferma. Vamos, que se ha juntado todo.

- Mujer: Ya veo... Bueno. Me voy a ver si Roberto ha sobrevivido a su estómago de bebé. Seguramente nos vayamos ya para casa. Es un poco tarde.

- Hombre: Claro... (se levanta y va detrás del sofá hasta ponerse delante de la mujer) Dos besos, ¿No?

- Mujer: Por supuesto.

Se besan en ambas mejillas semiabrazados. La mujer es la primera en separarse y se distancia del hombre, que no intenta retenerla.

- Hombre: Ha sido genial, vernos.

- Mujer: Sí. Oye, nunca te dí las gracias por...

- Hombre: Da igual. Ya da igual.

- Mujer: Sí, supongo que sí.

La mujer se aleja definitivamente hacia el fondo derecha. El hombre va detrás de ella y la hace volverse agarrándola con suavidad por un brazo.

- Hombre: No sé... a lo mejor podríamos quedar un día para echar un café, o un par de cañas.

- Mujer (suspirando): Podríamos. Claro que podríamos.

Se deshace con suavidad de la mano del hombre, y desaparece por el fondo derecha. El hombre vuelve arrastrando los pies hasta el sofá, se sienta y coge su vaso. Lo termina de un gran trago y se queda mirando distraído los hielos mientras la música festiva sube de volumen y la luz se va apagando lentamente.

viernes, 7 de octubre de 2011

De cruasanes y hombres.

Había ejercido su poder con puño de hierro, había hecho todo lo posible por doblegar la voluntad de aquellos cretinos que no hacían más que rebelarse cada semana por sus supuestos abusos. ¿Y qué, si le odiaban? ¿Qué le importaba a él? ¿Acaso iba a venir alguien a aquel rincón perdido del reino a retarle y tomar su puesto? Sus subordinados no eran sino un hatajo de ovejas temerosas de perder su pasto y sólo podía sentir el más profundo de los desprecios por ellos. Y los campesinos eran todavía peor, con sus caras de asco y sus sonrisas frías y falsas.

Había ejercido su poder como sabía, con odio y sangre, seguro de que era intocable. Cuán equivocado estaba... Postrado en su lecho de enfermedad, recuperándose de una vieja herida que de vez en cuando le daba la lata, esta vez había tardado casi un mes en volver al frente de sus labores. Y un mes era todo lo que habían necesitado aquellos desagradecidos para ir al Rey con sus malditas quejas. Aquel cabrón les había escuchado, malditos fueran por mil años él y su descendencia. Y había buscado ya quien le sustituyera.

Nadie lloró. Nadie pronunció una palabra ni le dió una palmada de ánimo. Nadie le miró a los ojos. Se alejó rumiando su rencor por aquellos que habían sufrido su cólera y sus contínuos ataques de rabia y habían tenido la osadía de rebelarse. Y cuando su figura fue un recuerdo en el horizonte, los gritos de júbilo y los vivas pronunciados en honor del nuevo regente resonaron por toda la ciudad.

(...)

El viernes pasado, cuando vi que tras el cambio de cocinero de mi empresa el carro de los desayunos no sólo venía repleto de manajares desconocidos hasta el momento sino que además habían vuelto a comprar bolsas de papel para que no te tengas que llevar el croissant grasiento o el donut de chocolate envuelto en una triste servilleta de papel hasta tu mesa, un grito brotó de mi garganta, sin que pudiera hacer nada por evitar que saliera...

- "¡Se acabó la Era de la Servilleta...! ¡Muerte al tirano!"

Algún día escribiré una saga tipo "Canción de Hielo y Fuego". Será por inspiración...

jueves, 6 de octubre de 2011

La guerra necesaria

Mi abuela decía siempre que "una guerra es lo que os hace falta", para saber lo que era la miseria. En realidad mi abuela decía muchas cosas, entre ellas lo de que en mi familia teníamos "la belleza del tordo, la cara fina y el culo gordo" y que nos engordaba hasta el aire (frase que siempre pronunciaba mientras se comía unos huevos fritos con patatas, por cierto), pero lo de la guerra que nos hacía falta para saber lo que es miseria lo repetía a menudo. Que yo solía pensar "pues sí que nos quiere bien la abuela...". Pero con el paso del tiempo me di cuenta, cuando cada vez que iba a comer a su casa e indefectiblemente había preparado ensaladilla rusa (plato que a la sazón yo detestaba) y me obligaba a repetir, de que en realidad no nos odiaba a todos los nietos. Sólo a algunos. O a lo mejor ella sabía, más por vieja que por diabla, que con el paso del tiempo la ensaladilla rusa me acabaría gustando, y lo único que quería era abrirme los ojos y mostrarme el futuro... Quien sabe, las abuelas hacen eso y muchas cosas más.

Y sin llegar a los extremos de una guerra (e incluso aquí tengo mis dudas) estoy convencida de que mi abuela también consiguió ver el futuro en este caso. Vamos a ver miseria a nuestro alrededor. Mucha. Miseria en todas sus acepciones: La pobreza se palpa cada vez más en las calles; la mezquindad de los políticos (de todos los colores) es cada día más insultante; la avaricia de los que nos han llevado a esta situación, insaciable; el infortunio ya no se sabe si es perder el trabajo o mantenerlo bajo unas condiciones de cuasi-esclavitud; y todavía es pronto, pero seguro que se las arreglan para hacer de la plaga pedicular una enfermedad mortal con la que amenazarnos, y de la que vacunarnos con lo que queda de Tamiflu de otros intentos fallidos de acojonarnos con viruses. Como si lo viera: "la gripe de los pies negros".

Mi abuela murió en 2006, antes de la quiebra de Lehman Brothers, antes de que reventara la burbuja ladrillera, antes de que los bonos griegos valieran menos que uno de sus famosos yogures y antes (Dios bendito de mi vida) de que un negro "de esos que les das una latica y un palico y se tiran todo el día tiki-tiki, haciendo música" fuera presidente de los USA. Mi abuela es que siempre tuvo muy buen timing.

martes, 4 de octubre de 2011

Consumo preferente

Hoy he descubierto que comerse un yogur caducado de mes y medio no es muy buena idea. Es más, lo he descubierto cuatro veces: Dos en el trabajo y dos más en casa. No voy a dar detalles porque no es cuestión de salir en los buscadores de google para germanos aficionados a lo peor del fetish, pero puedo asegurar que no ha sido agradable.

Claro que si nos paramos a pensar, el yogur como concepto tampoco es agradable. El yogur no es más que leche semipodrida y fermentada con bichitos. Que son buenos para el organismo, que conste, pero bichitos al fin y al cabo. Y se ve que esos bichitos tienen cierta tendencia innata a volverse malos, pero malos de verdad tipo Darth Vader, que fue bueno pero se echó a perder el pobre, como mis yogures del Mercadona. Y soy consciente de que una vez pasada la fecha de caducidad por cinco, a lo sumo siete días, debería haberme deshecho de ellos pero... bueno, digamos que no me gusta tirar comida.

Aunque lo que más me jode es que ni siquiera he batido mi record. Claro que cuando me comí aquel yogur caducado de tres meses estaba un poco deprimida, y supongo que podrá contar como intento frustrado de suicidio. Lo de hoy ha sido mera inconsciencia veinteañera en organismo cercano a los cuarenta. Cosas de la edad, como cuando pronuncio la frase "¿Por qué las resacas me duran cuatro días?" mientras agito un puño furibundo y pongo a Dios por testigo de que nunca volveré a beber garrafón.

El yogur caducado ha pasado por mi tracto digestivo con la misma delicadeza con que Atila pasó por centroeuropa, más o menos, así que supongo que ahora no tengo bichitos de ningún tipo. Y si la publicidad no miente, para recuperarme me tengo que atiborrar de actimeles si no quiero aparecer mañana en el curro en formato marca de agua. Y las mañanas están siendo ya muy frescas para ir translúcida hasta el metro.

Ha habido suerte, he encontrado un actimel en la nevera, de cuando mi madre estuvo de visita. Está caducado de una semana, pero... una semana... bah, seguro que no pasa nada. Además, lo de las fechas es siempre orientativo, y vaya, ya he mencionado que me jode tirar comida, ¿no?

He oído que en el hospital tienen un área Wifi. Es bien. Me he propuesto escribir todos los días durante un mes y no es cuestión de rajarse al quinto día.

lunes, 3 de octubre de 2011

Honor y raza

El día que cumplí 21 años, papá me hizo dos regalos: Por la mañana me dio las llaves de un Aston Martin descapotable que tardé menos de dos meses en perder en una timba de poker. Por la tarde se encerró en su despacho, se metió el cañón de su Colt M1911 de coleccionista en la boca apuntando hacia su podrido cerebro y se levantó la tapa de los sesos. Dos años después, y teniendo en cuenta lo poco que me duró el primer regalo, no resulta muy difícil deducir que he disfrutado mucho más el segundo.

Papá nos dejó a mi madrastra, una refinada putita apenas cinco años mayor que yo, y a mí terriblemente desconsolados. Tanto que sólo encontrábamos soportable la idea de seguir viviendo a base de follar como salvajes en el lecho que habían compartido los últimos tres años. No puedo por menos que alabar el gusto del viejo: Aquella zorra sabía bien lo que hacía. De hecho, me sorprendía que el viejo no hubiera sufrido un infarto en todo ese tiempo. Luego recordé que para sufrir un infarto es condición indispensable el poseer un corazón, y ahí es donde papá había jugado siempre con ventaja.

La lectura del testamento fue bien. Mamá había tenido la decencia de morir de asco unos años atrás, así que mi hermana y yo heredamos la fortuna familiar a medias. La putimadrastra heredó también algo simbólico, y había comprado ya a base de mamadas su derecho a quedarse en la mansión, así que todos salimos sonrientes del despacho del notario. Una familia feliz, a pesar de las adversidades.

Pero la felicidad no dura eternamente. A los quince meses de la desaparición de papá, mi madrastra anunció su estado de buena esperanza en el trascurso de una comida con mi querida hermana y el eunuco de su marido. Mi hermana puso el grito en el cielo mientras su marido pareció encogerse hasta desaparecer. Reconozco que es una cualidad que siempre me ha producido una cierta envidia: Es tan anodino que nadie repara en su presencia. Tras los gritos vinieron los llantos, sobre todo de la putita que no podía creer ni las amargas palabras de reproche de mi hermana ni mi falta de reacción ante ellas para defender su "honor". O el mío, ya que estábamos.

No hubo manera de convencerla para que abortara, así que mi hermana, que por algún extraño motivo estaba empeñada en no mancillar la figura de papá, organizó un complicado plan para convencer a todo el mundo de que nuestra madrastra se había inseminado con semen de nuestro honorable padre guardado en una clínica de fertilización just in case. Como yo me parecía razonablemente a papá, nadie comentaría mucho más de lo que ya se rumoreaba. Y pagando lo suficiente a médicos y paparazzi, la historia colaría.

Yo me encontraba aterrorizado ante la perspectiva de ser padre; sin embargo, la de ser hermano mayor se me antojaba mucho más atractiva, así que abracé con entusiasmo el plan. Habría que reunirse con los abogados y ver cómo se repartían los bienes ahora que había otro heredero legítimo, y eso implicaba que mi hermana y yo perderíamos parte de la herencia en favor de mi pequeño bastardo, pero ella seguía insistiendo en que el honor familiar era más importante que el dinero, y a mi, la verdad, me daba igual pues, aún mermada, mi herencia era indecentemente abultada.

Así pues, la prensa narró la desgarradora historia de una joven viuda que por amor a su difunto esposo había decidido darle un hijo póstumo, y los dos hermanos, hijos del finado, que la apoyaban en su aventura aunque eso supusiera renunciar a parte de su importante fortuna familiar. Sobornando a las publicaciones y cadenas de TV adecuadas, el gran público se lo tragó, mentira a mentira. Nos convertimos en una especie de santos modernos y hasta se nos perdonó que fueramos asquerosamente ricos por unos meses.

Tras un embarazo particularmente aburrido y quejicoso nuestra querida madrastra se puso por fin de parto. La llevé a una carísima clínica donde pagando lo suficiente se certifica lo que haga falta, y mi hermana se reunió conmigo en la sala de espera, tras atravesar la nube de periodistas que aguardaba en el exterior. Me dio un beso mientras decía con su dulzura habitual que si volvía a dejar preñada a nuestra madrastra me cortaría la polla ella misma con una cizalla oxidada. Su marido, que de castraciones debe entender un rato, soltó una risita. Es curioso, no le había visto entrar.

Al cabo de un rato el médico salió a decir que todo había ido perfectamente, y que podíamos entrar a conocer a nuestro "hermanito". Parecía cansado y tenía una expresión extraña en el rostro. Entramos en la habitación sin hacer ruido para no molestar a la recién parida, que descansaba recostada sobre un montón de almohadones con la cabeza vuelta hacia la ventana, o al niño, que dormía en su cunita. Mi hermana se acercó a cogerlo en brazos. Se ve que hasta las arpías de manual como ella tienen instinto maternal, qué cosas. Pero antes de llegar a la cuna abrió mucho los ojos, ahogó un "hijade..." y tras girarse rápidamente, abofeteó a nuestra madrastra con todas sus fuerzas. La zorrita, sin duda agotada del esfuerzo del parto, no intentó ni defenderse. Mi hermana después arrastró a su marido fuera de la habitación, se oyeron chillidos en el pasillo y varias voces que intentaban calmarla, entre ellas la del doctor.

No tenía la menor idea de cómo consolar a mi madrastra, que lloraba como una niña pequeña en la cama. El bebé, tal vez por simpatía, rompió también a llorar, lo cual hizo que me volviera y me asomara sobre la cuna. Mi carcajada resonó por todo el hospital. Se puede comprar todo el honor familiar del mundo con dinero, siempre que se pague a las personas adecuadas: Papá había sido frío, calculador, traficante de droga, político corrupto, un perfecto hijo de puta hacia su familia y un ser humano despreciable desde la punta de su retorcida cabeza a los pies carentes de meñiques merced a un desafortunado malentendido con la 'Ndrangheta. Todo eso no le había impedido ser, como vulgarmente se dice, "un pilar de nuestra sociedad"... Pero, hasta donde yo conseguía recordar, papá nunca había sido negro.

domingo, 2 de octubre de 2011

Gallinas y mamadas

El otro día leí un artículo sobre esta nuestra crisis. Bueno, leo muchos artículos sobre la crisis, básicamente porque apenas se escribe sobre otros temas, pero éste en concreto me gustó y preocupó a partes iguales.

Hablaba sobre la mala educación que nos dieron nuestros padres. Claro, ellos no lo sabían, pero todos esos mensajes de "cómprate una casa, ahorra, ten un trabajo fijo, sé una hormiguita, sé normal..." nos han atrofiado el cerebro para la supervivencia. El artículo venía a decir que son los que están preparados para perderlo todo y empezar de cero los que no tienen miedo a lo que venga. Los demás perecerán ahogados en sus propias deudas y temores.

Afortunadamente, a base de contradecir a mis padres por mero placer generacional nunca llegué a entrar por la puerta grande en el grupo de los endeudados. Como tenía un sueldo de mierda mientras los pisos tenían precios "asequibles", ni me lo planteé. Como cuando mi sueldo mejoró los pisos ya tenían precios más que absurdos, ni me lo planteé. Conclusión: No tengo prácticamente nada, pero tampoco tengo una deuda de 250.000 € con un banco por un piso que nunca debió costar más de 60.000 €. Lo cual, visto lo visto, no es lo de menos hoy en día.

Sin embargo, hay que prepararse para lo peor. He decidido que yo seré una de las supervivientes cuando el euro colapse, las economías se hundan y tengamos que volver al trueque. Para ello he elaborado una tabla de equivalencias de todos los bienes básicos en gallinas, que según tengo entendido es la moneda de cambio más habitual en las economías de trueque. Ha sido un trabajazo: Por un lado, existen cientos de razas diferentes de gallinas, según sean mejores para la carne, para el tema de poner huevos, para resistir ciertas condiciones atmosféricas... quién lo hubiera dicho, es toda una ciencia. Y claro, no es lo mismo una Leghorn ponedora que una Hubbard de recias pechugas y suculentas patas, por fuerza no han de costar lo mismo. Por otro lado... ¿El ADSL de 20 MB es un bien básico, o sería más bien el de 3 MB? ¿La crema exfoliante de fresas y moras podrá servir también como mermelada y por ende costar más? ¿No resulta un poco absurdo calcular el precio de una bandeja de pechugas de pollo fileteadas -la base de mi pirámide nutricional- en gallinas?

No ha sido fácil, para nada. Pero lo hice. Y me siento muy orgullosa de mi Excel dinámico donde además cualquier fluctuación y desvío en los precios es fácilmente modificable y donde se puede calcular el precio de los artículos no sólo en gallinas, sino en otros artículos. Por ejemplo, 1 trimestre de sucripción al WoW = 1,3296 estanterías Billy, modelo Morebo: Sencillo a la par que útil.

Me sentí muy orgullosa, al menos durante unos diez minutos... Hasta que se lo enseñé a mis compañeros de trabajo y alguien, sin duda envidioso pero no por ello carente de razón, apuntó: "¿Y de dónde vas a sacar tú las gallinas?"

Esa misma tarde le añadí una hoja al Excel. En un mundo sin dinero ni trabajos, y donde mis escasos ahorros sólo tendrán valor como combustible para quemar en un cubo metálico bajo un puente con otros vagabundos, no se pueden "comprar" gallinas. Habrá que obtenerlas de alguna otra forma. Con alguna habilidad que siempre tenga demanda, y que no precise de maquinaria o herramientas para ejecutarse, algo que se me de bien y además me guste... Yo lo tengo claro. Mi tabla de equivalencias de precios en gallinas y mamadas ya está preparada. Creo que la voy a poner a la venta en Internet, al módico precio de 1 Sussex madura, o 2 Orpington pequeñas.

sábado, 1 de octubre de 2011

Inicios y porqueses

Todo se desmorona. La economía mundial está colgando de un hilo y los Mercados, esos entes sin alma ni rostro, se divierten jugando a los malabares con tijeras abiertas y cuchillos ginsu. Cada vez que rozan la cuerda, el euro se tambalea y varios miles de funcionarios de diversos países empiezan a cagar blando. Y curiosamente, no puedo evitar pensar que los funcionarios son unos bastardos privilegiados; los demás no hemos hecho una deposición sólida desde la quiebra de Lehman Brothers, y acaban de cumplirse tres años. Eso es mucha salvacolina.

Además tengo un ataque de cuernos considerable. Me está volviendo loca la idea de que "cara de perrito apaleado", esa bellísima persona que no tuvo más remedio que terminar nuestra relación en enero porque yo no entendía los sutiles matices de su alma torturada, al parecer tenía el recambio buscado desde un par de meses antes, aunque haya disimulado lo suficiente después. Ataque de cuernos en toda regla, insisto. Así que acabo de borrarle como amigo en Facebook, he cambiado la URL y el nombre a mi antiguo blog, del que además le he bloqueado como seguidor.También le he bloqueado en Wassup, y todavía me queda revisar mis quinientas cuentas de correo para asegurarme de que sus mails son destruidos o enviados directamente a la carpeta de SPAM. Del móvil no le puedo borrar, para poder no contestarle si llama, y supongo que aún me podría enviar SMS, pero espero que tenga la decencia de no hacer nada por el estilo. Ufff... sería más fácil emigrar a Australia, la verdad. Sobre todo si tenemos en cuenta que, en una ciudad de cuatro millones de habitantes, tuvo que mudarse a dos manzanas de mi piso, la casa previamente conocida como "nuestro hogar", así que algún encuentro fortuito es posible, e incluso probable. Sí, así de preparado para dejarme estaba. Supongo que quería tenerme cerca por si la nueva finalmente no resultaba adecuada. Pero parece ser que sí. Ojeando su blog (sí, suena a espionaje adolescente, no me siento especialmente orgullosa de ello pero fue divertido) puedo colegir que está como una puta cabra. Pero como una puta cabra maternal y sobreprotectora, así que es perfecta.

El dinero se derrumba e intenta aplicar recetas del pasado que no funcionarán. Yo me derrumbo, pero tengo fe en que redecorando mi vida y empezando un blog que, espero, "aquel que no debe ser nombrado" (pero cómo me gusta el melodrama) no leerá jamás, la cosa mejorará. Ahora que lo pienso, la receta en mi caso tampoco es muy nueva. Igual está abocada al mismo fracaso.

Sicalipsis del colapso. ¿O acaso hubo ángel más bello que Lucifer descendiendo a los abismos de su egomanía?